Basada en la novela "El americano impasible", de Graham Greene y que ha sido editada por Edhasa y por Cátedra.
Un hombre asedia a una mujer igual que un país se apropia
de otro. Hay que echar al que estaba antes. Y el mundo parece que se rompe, que
se hunde en una miseria anunciada, al igual que el último agarradero de un
periodista que ya está de vuelta de todo pero que quiere coger un pasaje hacia
una ilusión más. Sentirse amado aunque sea imposible que le amen. Premio de
consolación para quien es un observador de una realidad sospechosa, para quien
es una pieza prescindible en un tablero de ajedrez que estalló en mil pedazos
muy pocos años después en el Sudeste Asiático, tal vez porque hubo un momento
en que, por las calles de Saigón, se podían ver demasiados americanos
tranquilos.
Así, poco a poco, un país va
cayendo. Así, poco a poco, una mujer va cediendo. Y un libro abierto puede ser
la sentencia de muerte que delate un último acto de honradez interesada. O,
quizás, un último acto de interés honorable. Es mejor morir de un balazo,
arrojado en la vera de un río, que sentir día a día cómo se va apagando la luz
que mantiene los ojos abiertos y el corazón latiendo. Entre el gentío, hay
culpabilidad. Entre la algarabía, hay malas intenciones. Entre la censura,
existe el ingenio.
No cabe duda de que, años
después, Philip Noyce consigue rodar una versión mucho más literal de la novela
de Graham Greene puesto que Joseph Mankiewicz tuvo que sortear, con la
sinuosidad de una serpiente, la censura impuesta por el gobierno
norteamericano, ya que, en el año de realización de la película, 1958, negaban cualquier
intervención política o económica en Vietnam y la novela de Greene caminaba en
dirección contraria. Pero aún así, Joe Mankiewicz conseguía altura en esa
interpretación decepcionada y triste de Michael Redgrave, agarrado a un clavo
ardiendo para mantener una esperanza que se empeña en huir. También es
maravillosa la ambientación que consigue de un país que se sumergirá en una
lluvia de fuego y sangre para conseguir la libertad. Yerra, por el contrario,
al elegir a un intérprete tan abrumadoramente limitado como Audie Murphy para
dar vida a la ambigüedad, para nublar la visión de la misma belleza y hacer que
una mujer abandone la seguridad de unos viejos y confortables brazos por la
incierta vida con un aventurero de intenciones nada claras. Aunque puede que el
atractivo resida en la oscuridad...
En cualquier caso, hay toneladas
de diálogo que desvelan el mapa político por el que se mueve un hombre que está
a punto de perderlo todo para convertirse en el blanco mismo del papel sobre el
que escribe. Hay pistas que conducen a una conclusión inevitable e, incluso, la
sugerencia de que, si se va a perder una guerra, se podrá pactar con el diablo.
Es la misma historia de siempre. Quítate tú para ponerme yo. Y aún así
extrañará mucho que, en el medio del caos...aparezca un americano impasible.