Basada en el libro de Philip K. Dick "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas", publicada por Edhasa.
“Yo he visto cosas que no creeríais…He visto naves en llamas cerca de Orión. He visto brillar rayos C más allá de la puerta de Tannhäuser…Todos esos momentos se perderán…como lágrimas en la lluvia…Es hora de morir”.
¿De dónde vengo? Vengo de la mente loca de un creador que es más mediocre que yo.
Un Dios que nunca tuvo respuestas para mí y que sólo se preocupó de ponerme una fecha de caducidad que ignoro. Es toda una experiencia vivir con miedo ¿verdad? Es lo que tiene ser perfecto, que no se puede soportar morir. El mundo es una absurda sucesión de basura, de agua ácida caída del cielo, de animales desaparecidos y replicados, de comida para un momento, de aparatos que deberían ser más perfectos en una época en la que se han fabricado robots perfectos, sintéticos, de piel, emociones y sentimientos. ¿De dónde vengo? Tal vez vengo de la muerte.
¿Hacia dónde voy? Voy a encontrarme con el destino. Ese mismo que ha ideado para mí el loco creador que no pudo prever que yo quisiera vivir. La lucha en los tejados es el escenario perfecto para un espíritu que vuela y que, de alguna manera, también se vuelve eterno en su caducidad cibernética. Todo lo que se puede hacer es quedarse sentado y asistir al cese del funcionamiento. A mi alrededor, parece que los edificios se empeñan en encajar como piezas apretadas de un rompecabezas sucio con luces de neón. Estoy cansado. Me duele la mano. La lluvia empapa mi conciencia porque matar ha sido todo mi camino. Y ese Dios sin respuestas, que se refugia en las alturas, que juega al ajedrez y que mira sin actuar, no ha hallado una solución a la muerte. En el fondo, puede que sólo sea un maldito demente en un laboratorio.
¿Cuánto tiempo me queda? No lo sé. Tampoco quiero saberlo. La muerte ha sido mi profesión y tengo la vista nublada porque las gotas caen queriendo cegar mi comprensión. En el fondo, cuando vimos que los animales desaparecían y que no volverían a pisar la Tierra, comenzamos a replicarlos, a construir copias perfectas para sustituirlos. Ahora, hemos fabricado hombres. Estamos a punto de desaparecer, engullidos por una densidad atronadora de fuego, de permanente oscuridad, de ultracivilización, de propaganda acosadora, de soledad en medio de un mundo superpoblado. ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Y a quién le importa eso?
Soy Rick Deckard, misión terminada. El sentimiento perdura. El profeta me deja ir. Matar ya no es mi profesión. Ahora es vivir. Sin preguntas. Sólo el instante. Sólo ella. La creación perfecta de un Dios imperfecto. Sale el sol. Hay un mañana. Y mientras dure, será mi destino.
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