Mostrando entradas con la etiqueta tierra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tierra. Mostrar todas las entradas

viernes, 14 de diciembre de 2012

Escribiendo cine: La buena tierra, Sidney Franklin


Basada en el libro del mismo título obra de la Premio Nobel Pearl S. Buck.

 
La desgracia y la miseria son las semillas de un campo que hay que labrar. Y puede que la lluvia que haga brotar la mies, el sol que alimenta el fruto, el aire apaciguador y tranquilo que mece las espigas como un órgano tocado por un cariño que supera a la vida sea el de la mirada huidiza de una mujer que tan sólo pretende ser la raíz de todas las felicidades, de todas las bondades, trapo de limpieza de sufrimientos y de sinsabores.
La opulencia corrompe y, cuando se debería mirar sólo en una dirección, la sonrisa se vuelve olvido y quien debería sólo amar hace que la existencia se gaste en un lujo innecesario, en otras personas que son sólo adornos, en otras posturas que parecen escaparates de respetabilidad cuando, en realidad, son sólo siegas de humillación. Allí, en algún lugar del jardín de tu intimidad, es donde te darás cuenta de que el aire, el agua, la fuerza y el sentir salieron siempre del mismo sitio y que todo fue ella porque la tierra era buena.
La prosperidad no es más que un reflejo donde se llega a ver el desierto rodeado de riquezas. La pobreza es la inquietud de no saber qué va a llenar tu boca al día siguiente pero, no obstante, es una realidad donde se siente el paraíso de un amor incondicional, nacido de la nada, muerto en la nada, vivido en la nada. La emoción es un mal pasajero y, tal vez, hasta incómodo así que es mejor vivir sin darse cuenta de las lágrimas que se han derramado para alcanzar unos sueños de falsa grandeza. La verdad nace dentro de tu propia casa y no se puede construir desde fuera. Y un árbol crece para recordarte, cuando ya es demasiado tarde, que perdiste la memoria de un cariño que fue deseo pero que nunca conseguiste manejar.
El callado trabajo de Louise Rainer es pura sombra genial al lado de ese actor impresionante, poderoso y versátil que era Paul Muni. Juntos, con las letras inmortales de Pearl S. Buck, dan un significado lleno de ternura y de dureza en un devenir hecho de golpes de azada, de huracanes que no saben lo que es la piedad, de vientos del este que traen langostas de hambre, de vientos del oeste que se posan sobre la cosecha para traer otro invierno de platos llenos. Y es que dentro de esta película, hay arrobas de humanidad en túnicas de seda, sentimientos que palpan un corazón desprevenido, admiraciones incautas que se derraman por ojos plantados en tierra fértil. Las acequias de nuestras mejillas se ven inundadas por el río que nos lleva por esta historia y sabemos que, en algún rincón lejano de un mundo demasiado frío, hay amor sin medida, manos agrietadas que buscan el consuelo y la fortaleza, heridas de campo labradas en busca de un futuro menos adusto y más cómodo. Pero las miradas se olvidan en alguna parte y, mientras unos pecan con la indiferencia, otros mueren por el aprecio. Y así la tierra no puede dejar de dar sus frutos.
 

sábado, 14 de julio de 2012

El perfume de nuestra tierra, Kenizé Mourad.

“He vuelto a esta región para dar la palabra a la “gente común”: hombres, mujeres, niños, palestinos e israelíes. Trazando de nuevo su historia y la de sus padres, vueltos a escapar de los campos de la muerte o arrojados de sus pueblos de Palestina y aparcados en campos de refugiados, he querido comprender sus necesidades, sus angustias y sus maneras de aprehender el presente”. 

 Kenizé Mourad recoge los testimonios de un amplio abanico de personas, palestinos e israelíes, que conviven día a día con el conflicto, en un esfuerzo por comprender tanto el endurecimiento y el miedo de la sociedad israelí como la amargura, y el miedo también, de los palestinos. Unas vidas nada fáciles dónde sorprende ver también lo mejor del género humano: la esperanza y el trabajo activo por la paz. 




Ficha técnica 

Fecha de publicación: 19/06/2012 
352 páginas 
Idioma: Español 
ISBN: 978-84-670-0716-9 
Código: 10007955 
Formato: 15 x 23 cm. 
Presentación: Rústica con solapas 
Colección: Fuera de colección 
Traductor: Miguel Rubio

viernes, 4 de mayo de 2012

Escribiendo cine: La buena tierra, Sidney Franklin.

LA BUENA TIERRA

Basada en la novela del mismo título de la Premio Nobel Pearl S. Buck.

Un humilde campesino chino se levanta feliz. No tiene nada pero pronto va a tener algo. Una esposa. No la conoce pero se pregunta si será guapa, si será amable, si va a obedecerle en todo, si le va a ayudar, si va a ser una compañera agradable. Su caminar es alegre, como el del niño que va a comprar un juguete. Pronto regresará a su modesta cabaña para arrancar a la tierra, siempre tacaña, los frutos que cada año cosecha. Ella, la esposa, le mira de soslayo, porque la vergüenza parece tener un sitio en sus gestos. Le admira por su tesón y porque no es feo. Le ayuda y asume su papel de esposa. Incluso cuando comiencen a venir los hijos estará ahí con él para hacer frente al huracán que todo se lo lleva. Se intuye muy fácilmente que ella tiene valor para todo, para dárselo a él, para regalárselo a sus hijos, para afrontar todo lo que venga, para ser tan dura y tan generosa como la buena tierra.
El hombre olvida fácilmente y el contento del camino que llevaba al altar da paso a los años y a la opulencia. Las cosas parecen ir bien y la vida transcurre con su incesante golpear de minutos que entierran los sentimientos y los recuerdos. El sufrimiento es algo que se arrincona con desprecio. Y no debería de ser así. El sufrimiento es la lección de la sabiduría y el lazo que une a corazones que pasan por todo juntos. Una segunda esposa aparece. El dinero fluye. Ya no es un simple intercambio de sal por alubias. Es comercio con lujos de por medio. La experiencia es un arma pero es demasiado fácil olvidar lo esencial. La tierra es lo esencial. Sin la tierra no hay nada. Sin ti no hay tierra, mujer.
Paul Muni, en una caracterización que forma parte de la eternidad del cine, dio vida a este chino que pasa por múltiples vicisitudes hasta llegar a la comodidad y al gasto de una existencia mirando hacia otro lado. Maravilloso en sus actitudes y en cada una de sus expresiones, Muni da toda una lección de interpretación en una película que es pura ternura además de cine de impresión. Al lado de él, Louise Rainer, aquella que con un entusiasmo casi senil anunció el primer Oscar del cine español para Volver a empezar, de José Luis Garci, y que aquí, además de belleza, derrocha abnegación, interés, amor y sacrificio. Ella, con su inmejorable trabajo, es la buena tierra que todo lo da y nada espera. Sólo sequías y tempestades. Sólo indiferencias y exigencias. Ver a los dos, juntos, es un gozo muy cercano a la admiración.
Basada en la novela de la Premio Nobel Pearl S. Buck, La buena tierra es una obra maestra de los sentimientos, de las distintas etapas de la vida en un entorno hostil de pobreza que abre camino sólo a los perseverantes pero, sobre todo, es una historia de amor callado, con un “te quiero” en cada silencio y en cada huida del mirar, con un deseo incontrolable de abrazar a los protagonistas para agradecer un trocito de vida que fue extraído de un lugar muy lejano pero que habla de sensaciones universales. Es cine en estado de grandeza. Es humanidad en estado de descripción. Perderse esta película sería como dejar que la cosecha sea pasto del granizo y de la inclemencia. No la dejen pasar con indiferencia. El cine es esto.

                                                                                                    César Bardés