LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Basada en la novela del mismo título de Suzanne Collins.
Grotesco futuro, funestas costumbres. Una guerra imposible que debe pagar su tributo en sangre joven para dejar en evidencia el mando y disfrazarlo todo de heroísmo prefabricado. La gente ríe con muecas propias de los vacíos de espíritu y de pensamiento. La sociedad de la comunicación domina bajo la bota dictatorial. Nada nuevo bajo el sol, salvo el carisma, la seguridad en sí mismo y la absoluta convicción de que el asesinato, tenga la forma que tenga, solo es una forma de defensa.
Es curioso que en una época en la que los dirigentes de medio mundo ostentan un perfil muy bajo en cuanto a atractivo, imagen y formación, la idea que se venda a la juventud sea la de belleza, carácter, valentía, decisión y habilidad. Es aún más curioso comprobar que, dentro de la más salvaje de las cazas, no hay ni un solo elemento ingenioso y todo se basa en fuerza y destreza. La inteligencia no cuenta demasiado. Más que nada porque uno de los objetivos es destruir sin compasión a quien demuestre un coeficiente un poco más alto de lo normal.
Jennifer Lawrence fue aquella chica que estremeció a todo el medio rural americano con la muy atípica Winter´s bones y aquí demuestra que dotes interpretativas no le faltan.
Ella es lo mejor de la película y deja el pabellón joven muy alto al comprobar que en un solo gesto de Donald Sutherland, frío e imperturbable en su ejercicio de poder, hay más actuación que en toda la carrera de ese chiste andante que es Wes Bentley y que todo el resto del reparto.
Por otro lado, hubiera sido maestro que, con un argumento tremendamente fascinante, se hubiera visto algo más que el exagerado movimiento de cámara al hombro al que nos tiene acostumbrados el realizador de turno. Es más, aquí se mueve hasta para mostrar una mano abriendo una puerta. Sin duda, un recurso narrativo de altura para quien quiere desplegar una versión futurista de La presa desnuda, de Cornel Wilde, mezclada de forma muy descarada con algunos elementos del Espartaco, de Stanley Kubrick. El resultado es que, en las secuencias de acción no se ve nada. Y en las que no son de acción tampoco porque no solo mueve la cámara como si el operador estuviera afectado de Parkinson, sino que se empeña una y otra vez en encuadres monstruosamente cercanos que quitan grandeza a lo que merece ser apreciado. Por otro lado, no cabe duda de que el argumento es del agrado del público púber por los grititos y risitas y tics espasmódicos que cruzan a lo largo y ancho de la sala. Pero ahí radica, principalmente, el principal defecto de una historia que tenía todo lo necesario para asombrar. No se atreve a elevarse por encima de la edad y crear toda una imaginería con los suficientes recursos como para seducir al público adulto. Así que la cosa se queda en qué bien que puedo ser diferente a los demás, ser mejor porque tengo una habilidad que quién sabe si me puede servir algún día para demostrar lo que valgo y una droga demasiado fácil de masticar para una individualidad muy necesaria entre los 12 y los 18 años de la vida de cualquier adolescente.
Mientras tanto, me pregunto por qué, a pesar de utilizar un arco en múltiples y variadas ocasiones, Jennifer Lawrence tiene siempre el mismo número de flechas en el carcaj o si era absolutamente necesaria esa estridencia en los figurines para dar a entender lo grotesca que es la sociedad sedienta de crueldad, entregada cuales fashion-victim a la futilidad y al aborregamiento. Mientras, en los suburbios de ese país sometido, la gente pide comida a cambio de ofrecerse una vez al año como presas de un juego que ya está teniendo visos de ser realidad en algunos lugares ignotos. Al fin y al cabo, con un puñado de jovencitos corriendo podremos ver un programa de 24 horas que consiste únicamente en un humillante e innecesario tiro al pavo.
César Bardés
La tengo pendiente. Me encantó la trilogía de novelas, y por lo que vi en el trailer parece seguirlas bastante como adaptación, así que la veré.
ResponderEliminarUn saludo!