miércoles, 13 de junio de 2012

La visión del cineasta: "Blancanieves y la leyenda del Cazador", el arte de respetar un encargo


Le pedimos demasiado a los creadores de cine comercial, demasiado. Siempre andamos criticando su falta de originalidad, de rigor, de pulso, de principios, de orgullo, de vergüenza y hasta de higiene si nos ponemos. A veces tenemos razón, pero a veces somos muy injustos. El cine, como un arte que es, es un perfecto vehículo para la imaginación, pero un arte sometido a toneladas de presión es un vehículo muy canalla. Está claro que no soy el único que llega a comprender la extensión de la palabra presión, pues como muchos vivo y me alimento de un tipo de arte esclavo del cliente. Y qué queréis que os diga, fastidia y mucho que cuando concluyes un trabajo venga alguien a criticártelo por ser lo que es: un encargo. 


 Me gustaría aplicar esta entrada a una película, Blancanieves y la Leyenda del Cazador, y por extensión a todas las que son como ella: encargos creados para el disfrute del público. Si somos conscientes de cómo está el patio (más recesión, más crisis y demás cosas chungas) es absolutamente imposible a día de hoy que un estudio adquiera los carísimos derechos de una obra de éxito tipo "Donde Viven los Monstruos" para depositarlo sin restricciones en las manos de alguien narrativamente tan personal como Spice Jonze. Los estudios se han plegado en una política de estudio mucho más reservada, disminuyendo los presupuestos, controlando más que nunca el demográfico y convirtiendo los guiones en crisoles donde se mezclan las formulas que funcionan. Siendo consciente de tanta traba es cuando me siento más orgulloso de los profesionales que toman las riendas de estos proyectos y que, siguiendo punto por punto las exigencias del que paga (el film y la entrada), los llevan más allá del concepto de base. Rupert Sanders, director de la segunda versión en lo que va de año de Blancanieves, es consciente de lo que tiene entre manos y lo exprime desde el primer fotograma, se esfuerza en dotar a las imágenes de ese plus que hace que los planos brillen por momentos - algo parecido, pero más atrevido visualmente, fue lo que hizo Catherine Hardwicke con Caperucita Roja, una pieza muy interesante, pero que al haber sido engendrada por la directora de Crepúsculo se llevó todos los palos del mundo- y sabe aprovechar las bondades que cada actor le concede. 

 Evidentemente habrá quien esté de acuerdo y quien no, yo mismo me desdigo cuando el profesional se limita a poner la cámara, cobrar y pasar al siguiente proyecto. Pero mientras exista gente como Rupert Sanders el cine de encargo siempre será más que eso: un encargo.

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